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Ante el amor y la muerte

Hola a toda la comunidad cibernética, fieles laicos, amigos, conocidos y familia de la Parroquia San Pablo Apóstol en Chihuaha. Les comparto una reflexión que surge de una película y que va en dirección de la #vida, la #muerte y el #amor.


En diciembre de 2022 se estrenó en la plataforma Netflix una película producida por el director mexicano Guillermo del Toro. La película trata de un cuento clásico que hemos leído o que hemos visto en diversas adaptaciones en la pantalla grande. Se trata de la historia de Pinocchio, cuento del escritor italiano Carlo Collodi.



La película, más allá de llevarnos a un mero entretenimiento o disfrute audiovisual de dos horas, nos interpela y nos hace reflexionar sobre el tema de la muerte. Últimamente todos hemos estado muy de cerca con esta realidad. Algunos han llegado incluso a desarrollar una especie de barrera mental y sentimental al respecto. Sin embargo sabemos que tarde o temprano, nosotros mismo y a los que amamos con todo el corazón, moriremos.


Podemos observar que en la película de Pinocchio se vislumbra desde un comienzo el tema de la muerte cuando Geppetto pierde a su hijo Carlo a causa de la guerra causándole un gran dolor y un gran duelo a lo largo de su vida. La guerra le arrebató de una manera tan fuerte a su propio hijo que tenía apenas 10 años de edad.


Cuando escuchamos que un niño ha muerto hay una gran conmoción en nuestro interior, nos damos cuenta que la muerte llega a todas las personas a pesar de su edad, ya sea corta o larga. La muerte de un niño nos lleva a esta reflexión tan contundente y tan estrepitosamente que nos hace detenernos por un momento y pensar en ella. Tal vez pensamos en la muerte como una poderosa enemiga que llega a arrebatarnos aquello que amamos con nuestro corazón. Y más de una vez hemos palpado la “fría mano” de la muerte con la perdida de un padre, madre, abuelos, tíos, primos, hermanos o amigos. El padre jesuita José María Rodríguez Olaizola, en su libro Bailar con la Soledad, menciona que debemos aprender a bailar con la muerte. Pero ¿qué significa bailar con la muerte? Significa:


«Aprender a mirarla no como a una enemiga, sino como a una compañera de viaje, que a todos, alguna vez, nos saldrá al camino. Una presencia familiar que, en su aparición periódica en la vida, se convierte en maestra» (p. 154).

Esto quiere decir que debemos aprender a vivir nuestra vida con total entrega, y no me refiero a vivirla con libertinaje o desenfrenos, sino más bien aprender a vivir la vida entregándola por los demás.


A lo largo de la trama de la película, cada vez que Pinocchio moría debía de esperar cierto tiempo para poder volver a la vida, y este tiempo que transcurría en un reloj de arena se hacia mas largo con cada muerte. De esta manera Pinocchio vive su vida pensando en la inmortalidad, pasándola entre la diversión y el desinterés, sabiendo que puede volver a la vida una y otra vez sin haber aprendido algo. Pero este pensamiento acaba cuando se entera que está en peligro la vida de alguien que ama: su padre, Geppetto. Al tratar de salvar a su padre y a Sebastián el Grillo de los colmillos de un pez gigante se sacrifica haciendo explotar una bomba. Cuando Pinocchio llega al lugar de los muertos pide regresar cuanto antes porque desea con todas sus fuerzas salvar a su padre. Sin embargo le dicen que si rompe con la regla del tiempo podrá volver a la vida, pero será la ultima vez que revivirá. Pinocchio acepta y vuelve a su última vida tratando de salvar a su padre para que no muera ahogado.

Pinocchio nos demuestra que la vida se entrega. Y tal vez la entrega de la vida no sea una entrega valerosa o heroica, sino una entrega vivida en la intimidad del amor. El Evangelio nos los dice cuando Jesús muere en la oscuridad de la cruz. Muere dentro de la oscuridad de nuestro pecado y, ante la vista común de las personas, podemos decir que no tiene una muerte heroica. Ya que Él muere ultrajado, burlado, destrozado, escupido, e incluso en el sentimiento de haber sido abandonado por su Padre. Jesús nos demuestra que la vida tiene que ser entregada para que tenga fruto, y este mismo fruto permanezca (cfr. Jn 15, 16).


A lo largo de la película vemos cómo muchos personajes van muriendo: niños, adultos, personas amables y personas detestables. Pero cito una de las frases que menciona Sebastián el Grillo: «Lo que debe pasar, pasa. Y un día ya no estamos». Podríamos considerar esta frase como muy pesimista pero no es así. Nos muestra la realidad de la vida y, muy relacionado al tema de la muerte, recuerda que la muerte es el destino que compartimos todos como hombres y mujeres. La «hermana muerte» (como le gustaba llamarla a San Francisco de Asís) está presente en nuestro día a día y desconocemos el momento en que seremos llamados a la presencia de Dios.


Todo esto nos pone ante la siguiente pregunta: ¿cuánto hemos amado? Y no me refiero a un amor solo a nuestros más cercanos, sino también cuánto hemos amado a todas las personas a nuestro alrededor. ¿Cuánto hemos amado al mendigo, al pobre, al inmigrante o al enfermo? Más aún: ¿cuánto hemos amado a nuestros enemigos?


Esta reflexión la he querido compartir con ustedes para invitarlos a que el amor sea el que prevalezca a lo largo de nuestra vida. Aprendamos a mirar al hermano con toda su naturaleza. Aprendamos a mirar en él sus virtudes y sus defectos, sus logros y sus fracasos y aprendamos a abrazarlos con todo ello y más. Que el día que nuestra vieja amiga la muerte llegue a llamarnos a la presencia de Dios podamos partir sabiendo que hemos amado y que estamos listos para ser juzgados en el amor.

Edgar Espinoza.

Estudiante de Derecho y miembro de la Pastoral de Comunicaciones de la Parroquia.



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